martes, 3 de junio de 2014

¡La madre que me parió, qué mala suerte la mía, por Dios! El perro que llega desbocado, la correa que se engancha en la pata de la silla, la silla que golpea la estantería de Ikea que tantos sudores me costó montar, la estantería que se viene abajo, los pedazos de tantos recuerdos que saltan, me atacan, huyen por todo el salón y tienes que ser tú, maldito jarrito de mierda, el que sobrevives. ¡Será capullo el azar! Ahora que había una oportunidad para destruirte y enviarte a la basura donde perteneces va el destino ¡y te concede el indulto! Eso me pasa por dudar, por apreciar el arte, por recordar el mimo con el que buscaste la tierra, el color de las pinturas, los trazos de paisaje bucólico que el horno había de inmortalizar en barro para la posteridad, igual que hizo con tu nombre en el culo del jarrito y en el mío, Alicia Barbosa, mariposa, cuidadosa, pegajosa, mentirosa, alfarera de inservibles, como esto, enana réplica de floreros al que ni una flor le cabe. Quiso el destino que sólo un triste recuerdo sobreviviera a la masacre, para recordarme que hoy soy lo que soy incluso gracias a ti. ¡Qué lecciones nos puede dar la vida a través de un jarrito de mierda!

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